viernes, 13 de agosto de 2010
miércoles, 11 de agosto de 2010
El valor de la Prueba
Una mirada al libro de Job, en el que ya se perfila en muchos aspectos el misterio de Cristo, nos puede proporcionar más aclaraciones. Satanás ultraja al hombre, para así ofender a Dios: su criatura, que Él ha formado a su imágen, es una criatura miserable. Todo lo que en ella aparece bueno es mas bien pura fachada: en realidad, al hombre -a cada uno- sólo le importa su bienestar. Éste es el diágnóstico de satanás, al que el Apocalipsis describe como el "acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche ante nuestro Dios"(Ap. 12,10.). La Difamación del hombre y de la creación es, en definitiva, una difamación de Dios, una justificación para rehusarlo.
satanás quiere demostrar su tesis con el justo Job: si le despoja de todo, acabará renunciando muy pronto también a su religiosidad. Así Dios le da la libertad a satanás de someterlo a la prueba, aunque dentrode límites bien definidos: Dios deja que el hombre sea probado, pero no que caiga.
Aquí aparece de forma velada y todavía no explícita el misterio de la forma vicaria que se desarrolla de manera grandiosa en Isaías 53: los sufrimientos de Job sirven para justificar al hombre. A traves de su fe puesta a prueba en el sufrimiento, él restablece el honor del hombre. Así los sufrimientos de Job anticipan los sufrimientos en comunión con Cristo, que restablece el honor de todos nosotros ante Dios y nos muestra el camino para no perder la fe en Dios, ni siquiera en la más profunda oscuridad.
El libro de Job nos puede también ayudar a distinguir entre prueba y tentación. Para madurar, para pasar cada vez más de una religiosidad de apariencia a una profunda unión con la voluntad de Dios, el hombre necesita la prueba.
Igual que el zumo de la uva tiene que fermentar para convertirse en vino de calidad, el hombre necesita pasar por purificaciones, transformaciones, que son peligrosas para él y en las que puede caer, pero que son el camino indispensable para llegar a sí mismo y a Dios.
El amor es siempre un proceso de purificación, de renuncias, de transformaciones dolorosas en nosotros mismos y, así, un camino hacia la madurez.
(Fragmento de la obra "Jesús de Nazareth" de Joseph Ratzinger Benedicto XVI)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)